Una Excursión a los Indios Ranqueles (Complete)
9781465651518
188 pages
Library of Alexandria
Overview
Dedicatoria.—Aspiraciones de un touriste.—Los gustos con el tiempo.—Por qué se pelea un padre con un hijo.—Quiénes son los Ranqueles.—Un tratado internacional con los indios.—Teoría de los extremos.—Dónde están las fronteras de Córdoba y campos entre los Ríos 4.º y 5.º.—De dónde parte el camino del Cuero. No sé dónde te hallas, ni dónde te encontrará esta carta y las que le seguirán, si Dios me da vida y salud. Hace bastante tiempo que ignoro tu paradero, que nada sé de ti; y sólo porque el corazón me dice que vives, creo que continúas tu peregrinación por este mundo, y no pierdo la esperanza de comer contigo, á la sombra de un viejo y carcomido algarrobo, ó entre las pajas al borde de una laguna, ó en la costa de un arroyo, un churrasco de guanaco, ó de gama, ó de yegua, ó de gato montés, ó una picana de avestruz, boleado por mí, que siempre me ha parecido la más sabrosa. Á propósito de avestruz, después de haber recorrido la Europa y la América, de haber vivido como un marqués en París y como un guaraní en el Paraguay; de haber comido mazamorra en el Río de la Plata, charquicán en Chile, ostras en Nueva York, macarroni en Nápoles, trufas en el Perigord, chipá en la Asunción—recuerdo que una de las grandes aspiraciones de tu vida era comer una tortilla de huevos de aquella ave pampeana en Nagüel Mapo, que quiere decir «Lugar del Tigre». Los gustos se simplifican con el tiempo, y un curioso fenómeno social se viene cumpliendo desde que el mundo es mundo. El macrocosmo, ó sea el hombre colectivo, vive inventando placeres, manjares, necesidades, y el microcosmo, ó sea el hombre individual, pugnando por emanciparse de las tiranías de la moda y de la civilización. Á los veinticinco años, somos víctimas de un sinnúmero de superfluidades. No tener guantes blancos, frescos como una lechuga, es una gran contrariedad, y puede ser causa de que el mancebo más cumplido pierda casamiento. ¡Cuántos dejaron de comer muchas veces, y sacrificaron su estómago en aras del buen tono! Á los cuarenta años, cuando el cierzo y el hielo del invierno de la vida han comenzado á marchitar la tez y á blanquear los cabellos, las necesidades crecen, y por un bote de cold cream, ó por un paquete de cosmético, ¿qué no se hace? Más tarde, todo es lo mismo; con guantes ó sin guantes, con retoques ó sin ellos «la mona, aunque se vista de seda, mona se queda.» Lo más sencillo, lo más simple, lo más inocente es lo mejor; nada de picantes, nada de trufas. El puchero es lo único que no hace daño, que no se indigesta, que no irrita. En otro orden de ideas, también se verifica el fenómeno. Hay razas y naciones creadoras, razas y naciones destructoras. Y, sin embargo, en el irresistible corso e ricorso de los tiempos y de la humanidad, el mundo marcha; y una inquietud febril mece incesantemente á los mortales de perspectiva en perspectiva, sin que el ideal jamás muera.