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Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (Complete)

9781465681072
213 pages
Library of Alexandria
Overview
La turbación de los tiempos, sembrando por el mundo discordias, alteraciones y guerras, había estremecido hasta en sus cimientos antiguas y nombradas naciones. Empobrecida y desgobernada España, hubiera al parecer debido antes que ninguna ser azotada de los recios temporales que a otras habían afligido y revuelto. Pero viva aún la memoria de su poderío, apartada al ocaso y en el continente Europeo postrera de las tierras, habíase mantenido firme y conservado casi intacto su vasto y desparramado imperio. No poco y por desgracia habían contribuido a ello la misma condescendencia y baja humillación de su gobierno, Flaqueza de España. que ciegamente sometido al de Francia, fuese democrático, consular o monárquico, dejábale este disfrutar en paz hasta cierto punto de aparente sosiego, con tal que quedasen a merced suya las escuadras, los ejércitos y los caudales que aún restaban a la ya casi aniquilada España. Mas en medio de tanta sumisión, y de los trastornos y continuos vaivenes que trabajaban a Francia, nunca habían olvidado sus muchos y diversos gobernantes la política de Luis XIV, procurando atar al carro de su suerte la de la nación española. Forzados al principio a contentarse con tratados que estrechasen la alianza, preveían no obstante que cuanto más onerosos fuesen aquellos para una de las partes contratantes, tanto menos serían para la otra estables y duraderos. Menester pues era que para darles la conveniente firmeza se aunasen ambas naciones, asemejándose en la forma de su gobierno, o confundiéndose bajo la dirección de personas de una misma familia, según que se mudaba y trastrocaba en Francia la constitución del estado. Así era que apenas aquel gabinete tenía un respiro, susurrábanse proyectos varios, juntábanse en Bayona tropas, enviábanse expediciones contra Portugal, o aparecían muchos y claros indicios de querer entrometerse en los asuntos interiores de la península hispana. Crecía este deseo ya tan vivo a proporción que las armas francesas afianzaban fuera la prepotencia de su patria, y que dentro se restablecían la tranquilidad y buen orden. A las claras empezó a manifestarse cuando Napoleón ciñendo sus sienes con la corona de Francia, fundadamente pensó que los Borbones sentados en el solio de España mirarían siempre con ceño, por sumisos que ahora se mostrasen, al que había empuñado un cetro que de derecho correspondía al tronco de donde se derivaba su rama. Paz de Presburgo. Confirmáronse los recelos del francés después de lo ocurrido en 1805, al terminarse la campaña de Austria con la paz de Presburgo.