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Amores: elegías amatorias

9781465672353
213 pages
Library of Alexandria
Overview
Descríbese el triunfo del amor. ¿Podrá haber quien me diga por qué me parece tan duro mi lecho, por qué mi cubrecama no puede permanecer sobre él, por qué esta tan larga noche ha pasado sin poder yo conciliar el sueño, y por qué, aun echado, me duelen todos los huesos? Comprendo que así sucediera, si algun amor viniese á tentarme. ¿Por dónde traidoramente se desliza y callado me hiere con sus artificios? Sí, eso es: agudas flechas han penetrado mi corazon, que fiero, el amor trata como pais conquistado. ¿Me daré por vencido, ó, luchando, daré pábulo á esta súbita llama? Cedamos: leve se hace la carga cuando se la sabe llevar. Crecen las llamas cuando se las combate soplando, y se extinguen cuando nadie las toca. Más golpes llevan los bueyes que repelen el yugo, que los habituados á llevarlo. El caballo indómito es duramente regido, y ménos siente el freno el que está pronto á marchar al combate. Así tambien el Amor apremia más cruelmente á los rebeldes que á los que se conforman á prestarle vasallaje. ¡Yo lo confieso, soy tu nueva presa, Cupido! somos los vencidos que extendemos las manos ante tu poder. No hay necesidad de guerra; paz y perdon te imploramos. Pero no mereces alabanza en vencer con tus armas á un hombre inerme. Corónale de mirto, unce las palomas de tu madre; el mismo Marte te dará el carro que te conviene, y sobre ese carro, en medio de las aclamaciones del pueblo, te erigirás triunfador, y guiarás con arte las uncidas aves. Seguiránte jóvenes cautivos y cautivas niñas. Esta será la pompa de tu magnífico triunfo, y yo mismo, postrer víctima, estaré allí con mi reciente herida, y, esclavo sumiso, arrastraré mi nueva cadena. La Moralidad será conducida con las manos atadas tras la espalda, lo mismo que el Pudor y cuanto es obstáculo á las armas del Amor. Todos te temerán y, extendiendo hácia tí sus brazos, entonará el pueblo con grandes voces «¡Victoria!» Las caricias serán tus compañeras, y la ilusion y la locura tu inseparable escolta. Con este ejército somete los hombres y los dioses. Alegre tu Madre te aplaudirá triunfador, desde lo alto del Olimpo, y esparcirá rosas sobre tu frente. Tus alas y tus cabellos se adornarán con piedras preciosas, y resplandeciente como el oro, serás conducido por las doradas ruedas de tu carro. Tambien entonces, si mal no te conozco, inflamarás no pocos corazones; tambien entonces abrirás á tu paso muchas heridas. Tus flechas, aunque lo quisieras, no pueden estar quietas, tu férvida llama quema aun en medio del agua. Tal era Baco cuando triunfó del pais donde corre el Ganges: tú eres conducido por aves, él lo fué por tigres; así, pues, que forme yo parte de tu sacra comitiva; no quieras perder el derecho del vencedor. Contempla la feliz conquista de tu pariente César: con la misma mano con que los vence proteje á los vencidos.